“Recordar a las que ya no están no es suficiente; el verdadero homenaje es construir un país donde ninguna mujer tenga que temer por su vida.” Rafael E. Mejías
El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una fecha que nace de la memoria y de la resistencia. Su origen se remonta al brutal asesinato de las hermanas Mirabal; Patria, Minerva y María Teresa, activistas políticas de la República Dominicana, asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por la dictadura de Rafael L. Trujillo. A partir de ese hecho, el movimiento feminista latinoamericano adoptó la fecha como símbolo de lucha, y en 1999 la Asamblea General de las Naciones Unidas la reconoció oficialmente como una jornada mundial para denunciar la violencia que se ejerce contra las mujeres y exigir políticas para su erradicación.
Esta conmemoración busca visibilizar todas las formas de violencia que muchas veces permanecen ocultas o normalizadas. No se trata solo de la violencia física, que deja marcas visibles en el cuerpo, sino también de la violencia psicológica que desgasta la autoestima, de la violencia sexual que vulnera la dignidad, de la violencia económica que limita la autonomía, y de la violencia simbólica que se reproduce a través de chistes, comentarios, imágenes y mensajes que refuerzan la desigualdad. Cada una de estas expresiones forma parte de una misma raíz, un sistema que ha colocado históricamente a las mujeres en una posición de desventaja y control.
En Puerto Rico, las cifras recuerdan que esta no es una realidad lejana. Según los datos del Observatorio de Equidad de Género y organizaciones aliadas, en el año 2024 se registraron alrededor de 81 a 82 feminicidios en el archipiélago, lo que implica que, en promedio, una mujer fue asesinada a cada pocos días por razones vinculadas a la violencia de género. Lejos de detenerse, la tendencia se mantiene alarmante. Al momento, informes del Observatorio de equidad de género indican que en Puerto Rico en lo que va de este año del 2025 hubo 54 feminicidios relacionado a la violencia doméstica hasta el mes de octubre. Además, se han documentado al menos varias decenas de feminicidios, sin contar los intentos de feminicidio, las desapariciones y los múltiples casos de violencia que no llegan a denunciarse. Detrás de cada número hay una historia interrumpida, una familia rota y una comunidad marcada por el dolor.
En este contexto, la conmemoración del 25 de noviembre no puede reducirse a actos simbólicos o mensajes de un solo día. Se convierte en una invitación permanente a mirar de frente las estructuras que sostienen la violencia; el machismo cotidiano, la cultura del silencio, la impunidad y la falta de recursos adecuados para la prevención y la atención. Implica cuestionar los discursos que justifican el control, la agresión como formas de amor, y asumir que toda relación basada en el miedo deja de ser una relación sana.
También es un recordatorio de que la responsabilidad es compartida. Las instituciones tienen el deber de garantizar protección real, acceso a la justicia y políticas públicas efectivas. Las comunidades están llamadas a dejar de mirar hacia otro lado cuando identifican señales de violencia. Y cada persona, desde su espacio familiar, laboral y social, tiene la posibilidad de convertirse en un punto de apoyo, de escucha y de acompañamiento para quienes atraviesan estas situaciones. La indiferencia, al final, también puede convertirse en una forma de violencia.
En medio de este panorama, la esperanza se sostiene en las voces que no se rinden, en los movimientos de mujeres, en las organizaciones comunitarias y en quienes apuestan por la educación con perspectiva de género, el respeto y la igualdad como base de una convivencia más justa. Recordar este día es afirmar que cada vida cuenta, que cada mujer merece vivir libre de miedo y que la violencia no es un problema privado, sino una herida social que exige reparación colectiva.
Finalizamos con nuestra pregunta reflexiva: ¿Qué cambio concreto está dispuesto a asumir cada día para que ninguna mujer en su entorno tenga que normalizar la violencia como parte de su vida?
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La manera en que se aborda este tema permite reflexionar con profundidad sobre una realidad que no podemos seguir normalizando. Es necesario recordar que cada estadística representa una vida marcada y una familia afectada. Espacios como este aportan a la conciencia colectiva y nos invitan a asumir un rol activo en la construcción de una sociedad más segura y justa. Gracias por fomentar conversaciones que realmente impulsan cambio.
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Gracias por su comentario.
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