“Comunicar no es solo decir palabras; es dejar claro lo que sentimos, pensamos y soñamos con la dignidad que merece quien escucha.” R. E. Mejías
En un mundo donde los mensajes vuelan en segundos y las palabras se convierten en puentes o muros, hablar claro y escribir mejor ya no es una opción: es una necesidad vital. La buena comunicación no es solo para los profesionales del lenguaje o los grandes oradores; es una herramienta cotidiana que todos necesitamos para conectar con los demás, resolver conflictos, expresar emociones y tomar decisiones con seguridad.
Hablar claro es tener el valor de decir lo que sentimos con respeto, de expresar lo que pensamos sin rodeos innecesarios, y de ser conscientes del impacto que nuestras palabras tienen en los demás. Es saber escuchar antes de responder, es mirar a los ojos con empatía y entender que cada conversación puede ser una oportunidad para sanar, construir o transformar. Como señalan Adler, Rosenfeld y Proctor, la comunicación clara no solo evita malentendidos, sino que fortalece las relaciones interpersonales y la cooperación (2020).
Escribir mejor, por su parte, no se trata solo de reglas gramaticales o de puntuación. Es saber ordenar nuestras ideas para que otros puedan comprendernos. Es transmitir con coherencia lo que llevamos dentro. Un buen mensaje escrito puede inspirar, guiar, enseñar y hasta cambiar el rumbo de una vida. Según el experto en comunicación efectiva Dale Carniege, “una palabra mal dicha puede cerrar puertas, pero una bien expresada puede abrir el corazón y la mente de quien la recibe” (2019).
La comunicación efectiva es una habilidad para la vida real. Desde enviar un mensaje de texto, redactar un correo, participar en una entrevista, hasta resolver un malentendido familiar, todo requiere claridad, empatía y propósito. No se trata de hablar mucho, sino de decir lo necesario. No se trata de escribir bonito, sino de que te entiendan.
Algunas de las estrategias que debemos desarrollar para hablar claro y escribir mejor: Pensemos antes de hablar o escribir: Reflexiona sobre lo que quieres decir y cuál es el objetivo del mensaje. Seamos breves y precisos: Evita rodeos innecesarios. La claridad viene de la simplicidad. Conozcamos nuestra audiencia: Adaptemos nuestro lenguaje según con quién hablemos o escribimos. No es lo mismo conversar con un amigo que presentar en una reunión laboral. Debemos leer y escribir todos los días: La práctica constante mejora la redacción y expande nuestro vocabulario.
Hagamos pausas al hablar: Esto nos ayuda a organizar nuestras ideas, mejora el ritmo y permite que la otra persona procese el mensaje. Usemos ejemplos concretos: Al explicar ideas, los ejemplos nos ayudarán a que los demás nos comprendan mejor. Revisemos lo que escribimos: Antes de enviar un mensaje importante, debemos leerlo en voz alta para corregir errores y verificar si suena natural. Escuchar activamente: Para comunicarnos bien, necesitamos también entender a las demás personas. Pidamos retroalimentación: Preguntémonos si el mensaje fue claro. Así aprenderemos y mejoraremos continuamente. Mantengamos la calma en momentos difíciles: Una comunicación clara requiere control emocional, especialmente en situaciones tensas.
Hablar claro y escribir mejor es, en esencia, un acto de respeto hacia nosotros y hacia los demás. Porque cuando nos comunicamos con intención, abres puertas, fortaleces relaciones y dejas huellas que trascienden. Finalizamos con nuestra pregunta reflexiva: ¿Estamos comunicando lo que realmente queremos decir, o estamos dejando que nuestras palabras hablen sin intención?
Referencias consultadas
Adler, R. B., Rosenfeld, L. B., & Proctor, R. F. (2020). Interplay: The process of interpersonal communication (14th ed.). Oxford University Press.
Carnegie, D. (2019). Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. Editorial Debate.