“La verdadera transparencia no se mide por lo que mostramos, sino por la fidelidad con la que nuestra esencia se refleja en cada rol que vivimos.” Rafael E. Mejías Ortiz
En la complejidad de la vida humana, transitamos constantemente entre diferentes roles. Somos padres y madres que educan, hijos que cuidan, nietos que aprenden, profesionales que lideran, amigos que acompañan y ciudadanos que participan. Aunque nuestras funciones cambian, hay algo que debería permanecer inalterable que es nuestra esencia.
La transparencia humana no es una simple virtud deseable, es un principio rector que nos invita a vivir con coherencia, integridad y verdad en todos los escenarios que habitamos. Significa ser la misma persona, con los mismos valores y convicciones, sin importar si estamos en la intimidad del hogar, en una reunión de trabajo o en un encuentro social.
Para Goleman (2017), la integridad emocional es una forma profunda de transparencia que permite a las personas alinearse con sus principios aun en medio de la presión externa, creando vínculos más honestos y entornos más saludables. En otras palabras, la transparencia fortalece la confianza, dentro y fuera de nosotros.
No se trata de exponerse por completo, sino de actuar con autenticidad. Ser transparentes implica reconocer nuestras debilidades, aceptar nuestras emociones y tomar decisiones desde la ética, aún cuando nadie nos observe. Cuando una persona actúa con transparencia, lo hace desde un compromiso interno con la verdad, sin dobleces ni disfraces.
Vivir con transparencia es una forma de honrar nuestra humanidad. Es entender que ser madre, hijo, nieto o profesional no son personajes que interpretamos, sino expresiones distintas de una misma identidad. Nuestra esencia debe estar presente en cada conversación, en cada acto de justicia, en cada gesto de empatía, en cada NO que nace desde el respeto propio.
Para Covey, la integridad personal genera confianza, y la confianza es la base del liderazgo verdadero (2004). Esta afirmación no se limita al ámbito empresarial, sino que abarca todas las relaciones humanas. Quien es transparente lidera su vida desde la honestidad, y eso tiene un impacto directo en su familia, su comunidad y su entorno profesional.
Hoy, más que nunca, el mundo necesita personas que vivan con transparencia, que no negocien su esencia por conveniencia ni su moral por presión. Personas que comprendan que el verdadero valor de la vida no está en la imagen que proyectamos, sino en la coherencia que vivimos.
Finalizamos con la siguiente pregunta reflexiva; ¿Tú (nuestra) esencia permanece intacta en cada uno de los roles que asumes o se diluye según el escenario en el que te encuentres? Si no te has sucrito te invito a que lo hagas