En los momentos más simples de nuestra vida, cuando compartíamos un pequeño cuarto con nuestros hermanos o cuando la comida era limitada y debía aprovecharse hasta el último granito, no éramos conscientes de que estábamos viviendo en felicidad. Nos encontrábamos en medio de experiencias que, aunque parecían modestas, estaban llenas de amor, comunidad y lecciones profundas que solo el tiempo revelaría.
En esa época, la tristeza ocasional por no tener más, por sentir que no alcanzábamos ciertas metas o que vivíamos en limitaciones, nublaba nuestra visión de lo que realmente estábamos construyendo. El supuesto fracaso que sentíamos entonces no era más que el principio de algo mucho más grande: nuestro carácter, nuestra capacidad de resiliencia, y nuestra comprensión del verdadero valor de las cosas.
Cada vez que compartimos, que sacrificamos o que aprendimos a esperar, sin saberlo, estábamos llenando ese vaso que, aunque parecía medio vacío en esos momentos, en realidad siempre estuvo lleno de esperanza. El proceso, que en ocasiones se percibía como doloroso o insuficiente, nos estaba formando como hombres y mujeres de bien, enseñándonos a ver más allá de las circunstancias y a valorar la vida desde una perspectiva de gratitud.
Hoy, mirando hacia atrás, entendemos que aquellas pequeñas cosas que no apreciamos lo suficiente en su momento, nos enseñaron las lecciones más grandes. Aprendimos que la felicidad no siempre está en lo que tenemos, sino en la fortaleza que desarrollamos al enfrentar la vida con esperanza, aún en medio de las dificultades.
Reconocer cuando estamos en un estado derrotista es fundamental para cambiar nuestra mentalidad hacia una más positiva y constructiva. Para reconocer algunas estrategias y recomendaciones para poder identificar ese estado y cómo transformarlo son las siguientes:
La autoconciencia emocional: Prestemos atención a los pensamientos y nuestras emociones. Si sentimos que constantemente nos quejamos, nos sentimos sin energía o pensamos que «nada va a salir bien,» es probable que estemos en un estado derrotista. Los patrones del lenguaje: Observemos nuestra forma de hablar. Si utilizamos con frecuencia con expresiones como «no puedo,» «nunca me va bien,» o «todo sale mal,» es una señal clara de que nuestra mente está enfocada en lo negativo. La comparación Constante: Si nos comparamos con las demás personas de manera que nos hace sentir inferior o incapaz, eso contribuye a un sentimiento de derrota. La procrastinación: E aplazamiento constante de tareas o proyectos importantes puede ser una señal de que nos sentimos desmotivados o derrotados. Por último, pero no menos importa, la sensación del estancamiento. Cuando nos sentimos que no avanzamos en ninguna área de nuestra vida y esa sensación se acompaña de frustración, es un indicador de un estado mental derrotista.
Algunas de las recomendaciones para transformar nuestra mentalidad en una positiva podrían ser:
Reformulemos nuestros pensamientos Negativos: Cada vez que nos sorprendamos con un pensamiento negativo, tratemos de reformularlo. En lugar de pensar «no puedo,» cámbialo por «todavía no lo he logrado, pero estoy en camino.» Este pequeño cambio de perspectiva puede hacer una gran diferencia. Debemos tener gratitud todos los días: Hagamos un hábito de escribir o pensar en tres cosas por las que estamos agradecidos cada día. Con esto entrenamos nuestra mente a enfocarse en lo positivo y lo que sí está funcionando en la vida. Establezcamos pequeñas metas: En ocasiones nuestro estado derrotista viene de sentirnos abrumados por los grandes objetivos. Dividamos nuestras metas en pasos pequeños y alcanzables, y celebremos cada logro por más pequeño que sea.
Vamos a rodearnos de personas con energía positiva: Las personas que nos rodean influyen en nuestro estado mental. Busquemos estar con aquellas personas que nos apoyen, inspiren y nos animen a crecer. Es importante alejarnos de entornos tóxicos para nutrir una mentalidad más positiva. Practiquemos la Resiliencia: En lugar de ver los fracasos como puntos finales, comencemos a verlos como oportunidades para aprender y mejorar. El fracaso es una parte esencial del crecimiento, y entender esto nos ayudará a mantener una visión a largo plazo. Hagamos ejercicios físicos: El movimiento físico libera endorfinas que ayudan a mejorar el estado de ánimo. Incluso una caminata corta al aire libre (esto lo llevo haciendo unas semanas) puede ser suficiente para empezar a ver las cosas desde una perspectiva más positiva.
Visualicemos nuestro éxito: Dediquemos unos minutos al día para visualizarnos alcanzando nuestras metas o viviendo una vida llena de logros y satisfacción. Este ejercicio mental nos ayudará a enfocar nuestra energía hacia lo que queremos, en lugar de lo que tememos y, por último, permitirnos descansar. En ocasiones el derrotismo es una señal de agotamiento. Debemos aprender a reconocer cuando necesitamos descansar y recargar energías. Un descanso adecuado nos puede ayudar a ver los problemas con mayor claridad y determinación.
El estado derrotista, aunque natural en ciertos momentos, no define quiénes somos ni nuestro destino. Es solo una etapa que podemos cambiar conscientemente. Si seguimos esas, y otras recomendaciones que podemos desarrollar en el camino, nos pueden ayudar a transformar esos momentos de dificultad en oportunidades para fortalecernos y avanzar con una mentalidad más positiva y esperanzadora.
Finalizo con la siguiente frase: «En los momentos en que creemos estar derrotados, es cuando la vida nos está enseñando a descubrir nuestra mayor fortaleza. Cada tropiezo es una oportunidad disfrazada de reto, que nos prepara para ver la vida no con los ojos del miedo, sino con la esperanza de quien sabe que lo mejor aún está por venir.»