En la travesía de la vida, todos nos encontramos con obstáculos que, a veces, parecen insuperables. Estas situaciones que llamaremos murallas sean visibles o invisibles, en ocasiones nos impiden avanzar, limitan nuestro potencial y nos mantienen atrapados en un ciclo de insatisfacción y estancamiento. Reflexionar sobre estas barreras es esencial para entender su origen y, finalmente, aprender a derribarlas.
Hoy, como todos los domingos, fui a la Iglesia, el Pastor trajo un tema muy interesante el cual lo tituló “Derrumba tus Murallas.” Mencionaba que nosotros no avanzamos porque hay murallas que no los impide, y el Pastor hacia la pregunta a la feligresía ¿Cuál es tu muralla? Esa expresión me retumbó en mi mente y corazón. Así fue, porque yo también tengo mis murallas que no me dejan seguir creciendo.
El Pastor Juan Carlos Navarro nos mencionaba que a veces esas murallas son invisibles y que para crecer tenemos que reconocerlas y trabajar con ellas. Un poco el Dr. Alfredo Carrasquillo Ramírez, desde su podcast titulado “Soltar las Trabas” comparte sus reflexiones de temas que, de alguna forma u otra, no nos permite adelantar en nuestro desempeño personal y profesional y desarrollar nuestro potencial al servicio de nuestros sueños y proyectos.
Una de las murallas más comunes es el miedo. El miedo al fracaso, al rechazo, a lo desconocido, nos paraliza y nos impide tomar riesgos necesarios para nuestro crecimiento personal y profesional. Este miedo, aunque a menudo irracional, se arraiga en nuestras experiencias pasadas y en las expectativas sociales nuestras, las que nos obliga nuestra familia y lo que la sociedad espera de nosotros, creando una barrera que nos mantiene en nuestra zona de confort, lejos de nuestras verdaderas aspiraciones.
Otra muralla significativa es la autocrítica destructiva. Todos tenemos una voz interna que evalúa nuestras acciones y decisiones. Sin embargo, cuando esta voz se convierte en nuestro peor enemigo, nos mina la confianza y nos hace dudar de nuestras capacidades. La autocrítica excesiva nos convence de que no somos lo suficientemente buenos, lo que nos lleva a evitar desafíos y oportunidades que podrían conducirnos al éxito.
Las expectativas y presiones externas también construyen imponentes murallas. Desde una edad temprana, estamos sujetos a las expectativas de nuestros padres, maestros, amigos y la sociedad en general. Estas expectativas, aunque a veces bien intencionadas, pueden convertirse en una carga pesada, desviándonos de nuestro verdadero camino y bloqueando nuestra autenticidad y creatividad.
La falta de claridad y propósito es otra barrera que nos impide avanzar. Sin una visión clara de lo que queremos lograr, es fácil perderse en la rutina diaria y dejar que la vida pase sin dirección. La falta de metas definidas y de un sentido claro de propósito puede hacer que nos sintamos perdidos y desmotivados, incapaces de dar los pasos necesarios hacia un futuro más pleno y satisfactorio.
Las experiencias pasadas y los traumas no resueltos pueden construir murallas invisibles pero poderosas. Los eventos dolorosos del pasado, si no se abordan y sanan, pueden seguir influyendo en nuestras decisiones y comportamientos, limitando nuestra capacidad de confiar, amar y vivir plenamente.
Derribar estas murallas requiere coraje, introspección y, a menudo, el apoyo de otros. Hay que reconocer que estas barreras existen es el primer paso hacia el cambio. A partir de ahí, podemos trabajar para transformar el miedo en valentía, la autocrítica en autoaceptación, y la falta de dirección en un propósito claro. Al hacerlo, liberamos nuestro verdadero potencial y avanzamos hacia una vida más auténtica y significativa.
En última instancia, las murallas que no nos dejan avanzar son construcciones de nuestra mente y nuestras experiencias. Pero, así como las hemos construido, también tenemos el poder de derribarlas. La vida es una constante evolución, y cada muralla que superamos nos lleva un paso más cerca de nuestra verdadera esencia y de la vida que realmente deseamos vivir.
Finalmente, como cristianos sabemos que no enfrentamos nuestras murallas solos. En momentos de dificultad y estancamiento, podemos encontrar fortaleza en nuestra fe y en la promesa de Dios de guiarnos y sostenernos. Filipenses 4:13 nos recuerda: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.» Al entregar nuestras preocupaciones y miedos a Dios, permitimos que su amor y gracia nos liberen de las cadenas que nos atan. Confiando en Su plan y Su tiempo, podemos encontrar la esperanza y la valentía para superar cualquier barrera. Al caminar con Cristo, cada muralla se convierte en una oportunidad para crecer y acercarnos más a Él, sabiendo que con Su ayuda, podemos avanzar hacia una vida plena y abundante.