La inmensa mayoría de las personas creemos en que Dios existe y que guía nuestros caminos. Pero en nuestra humanidad existen momentos en que dudamos de su existencia por las cosas que nos suceden a nosotros o ha nuestros seres queridos. Esta debilidad de espíritu se acrecienta cuando nos sentimos restringidos de poder libremente movernos a donde queremos y consideramos que algún factor externo que no controlamos afecta nuestro libre albedrío.

Como país, llevamos poco más de 30 meses encarando grandes desafíos como sociedad. Los huracanes Irma y María, nos devastaron y hoy en día no hemos podido levantarnos por completo. Despedimos el año 2019 y recibimos el 2020 con movimientos de tierra que han estado sacudiendo a todo Puerto Rico, pero que su mayor furia lo sintieron nuestros hermanos del área sur y que hoy varias familias por las razones que sean no han podido regresar a sus hogares o no están viviendo en lugares seguros. No olvidemos que nos llegaron desde el cielo, o como diría el personaje de la película Toy Story, Buzz Lightyear hasta del finito o más allá” unos meteoritos o basura galáctica, y ahora marzo nos trae el coronavirus o COVID-19. Todas estas situaciones nos han creado a muchos una crisis emocional.

Según el Diccionario de la Real Academia Española la crisis es un cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados (2019). Pero mas allá de lo que hemos mencionado, hay una crisis mayor que nos hace que nuestro espíritu se mueva, y es lo que nos sucede a nosotros mismos. Seguro hemos escuchado el poder de nuestra mente y que lo que deseas se puede cumplir. Eso es bueno si tus pensamientos están alineados a lo positivo, sin embargo, cuando dejas que tu mente te domine con pensamientos negativos es cuando el “enemigo” se aprovecha hablándote al oído para convencerte de hacer o decir cosas porque encontró la debilidad de espíritu en la cual te encuentras. No puedes dejar que la ansiedad y la crisis te llenen de amargura, impotencia y rebeldía.

Cuando estas cosas nos atacan es que cuando más nos tenemos que aferrarnos a nuestra fe. Pero ¿qué es la fe? La fe es “la certeza de lo que se esperaba, la convicción de lo que no se ve” (RVR1960; Hebreos 11:1). Te puedo asegurar que mi espíritu y mi fe en los últimos días se han visto comprometida, en otras palabras, dude y reclamé por qué estaba pasando por unas situaciones, cuando más enfocado estaba, comprometido y con mi fe puesta en Dios que todo estaría bien. En el aspecto humano, empleé la inteligencia emocional e intuitiva para tratar de comprender por lo que estaba pasando y poder bajar mis cargas emocionales. Pero lo más importante y lo que me ayudó a comprender y manejar por lo que estaba pasando fue mi fe en Dios. Aprendí que, aun siendo cristiano, sigo siendo ser humano hecho de carne y hueso que no estoy inmune a enfermedades, problemas y situaciones.

Cuando comprendí esto, recapitulé que hay cosas que no puedo pretender controlar. Recordé que cuando más oscura está la noche, es cuando va a amanecer. Aprendí que no importa las circunstancias que viviremos, son formas de aprendizaje personal que cada uno vamos a vivir y que es la plataforma para lograr nuestra sabiduría.

Yo desconozco si lo que escribí te va a ayudar a no perder la fe. Tampoco se si en algún momento has sentido la debilidad en tu espiritualidad. Lo que yo si se que haber escrito esto me ha dado paz espiritual, paz emocional y estoy convencido que, en toda esta adversidad social en la cual nos encontramos, Dios está presente y obrando en cada uno de nosotros. Lo único que tenemos que hacer es creer en Él y dejarnos usar. Tú y yo tenemos un propósito de vida. Quizás este es el momento de encontrar cual es nuestro propósito de vida. Termino con esto, “cuando puedes disfrutar y admirar las pequeñas cosas que las demás personas te brindan y la propia vida te regala, te darás cuenta de que para ser feliz solo debes ser agradecido de lo que tienes y sobretodo de Dios”.

Un abrazo a todos.